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Tuve la suerte de estar presente en ese momento especial en el que una madre primeriza se convierte realmente en MADRE. Fui testigo de ese milagro cuando mi última hija nos dio el primer nieto. Ignacio nació por cesárea a las 4 y 25 de la tarde. Una vez aseado se lo entregaron a su madre, que estaba bajo los efectos de la anestesia y apenas pudo darse cuenta de nada.
El bebe fue al cunero para aclimatarse y atreves del vidrio lo pudimos ver rebosante de vitalidad. Cerca de las 8:30 de la noche Carlita fue llevada a su habitación, donde aguardaba toda la familia, ya que Ignacio inicia una nueva generación para las dos familias. Cerca de las 9, llego la cunita con el precioso tesoro. Todos alrededor de la cuna para conocer al bebe y como es natural para dar sus opiniones que se parece a tal o cual. Yo estaba en el sillón observando y mirando a mi hija.
En un momento, cuando los familiares dejaron espacio, Carlita totalmente consciente pudo ver a su hijito. En ese instante yo vi como la mirada de mi hija se transformo llenándose de ternura y emoción. No decía nada solo miraba pacientemente, esperando que todos saluden al recién nacido, para luego ella tomarlo amorosamente entre sus brazos.
De pronto tuve la certeza que Carlita en ese momento divino dejo de ser la hijita querida y la hermanita engreída, para convertirse en madre con una responsabilidad compartida con su esposo. Doy gracias a Dios, por haber presenciado ese milagro.